“El modelo
educativo es aún el del XIX porque el sistema lo quiere así, pero el docente
debe intentar cambiarlo”
El fracaso escolar, la falta de pensamiento crítico y la indisciplina
afean el actual escenario educativo. ¿Por qué y cómo atajarlos? Ángel Pérez dio
ayer las claves en Gasteiz.
Ángel Pérez Gómez
Doctor en pedagogía y catedrático de la universidad de málaga
VITORIA - Doce libros, más de cien artículos y quién sabe
ya cuantas charlas evidencian el espíritu renovador del vallisoletano Ángel
Pérez Gómez, profesor, doctor en Pedagogía y catedrático de Didáctica de la
Universidad de Málaga. Un profesional dispuesto a plantar cara a la
obsolescencia del sistema educativo, sometido a cambios que maquillan las
formas pero no los fondos, para implantar procesos de aprendizaje que no queden
en la mera reproducción de conocimientos. Va donde su movimiento revolucionario
le arrastra, y ayer le tocó Vitoria gracias a la invitación de las XXII
Jornadas Pedagógicas de la Federación de Ikastolas. Siempre recuerda que el
éxito de esa misión dependerá de los propios docentes. Un mensaje espoleador
para un gremio que se siente, porque lo está, infravalorado.
Los sistemas educativos han sufrido continuas reformas y todas
insatisfacen. ¿En qué fallan?
- La mayoría de los
cambios son cambios cosméticos, que modifican elementos superficiales pero que
no entran en el eje central. Y el eje central son los procesos de
enseñanza-aprendizaje: qué y cómo. Qué aprender y cómo aprender. Y si no se
entra en modificar el qué y el cómo, no se modifican las prácticas, cuando el
qué y el cómo son la clave. Porque el niño, en esta era digital, es capaz de aprender
qué y aprender de una manera determinada fuera de la escuela, porque tiene
múltiples estímulos y múltiples posibilidades. Entonces, ¿qué hacemos en la
escuela?, ¿por qué no cambiamos? El niño tiene que aprender y el cómo tiene que
aprender no tiene nada que ver con el siglo XVIII o XIX. Y, sin embargo, lo que
nosotros enseñamos en la escuela hoy es lo mismo y de la misma manera que se
estableció en los siglos XVIII y XIX.
¿Y por qué no se cambia el qué y el cómo, si ahí está la clave?
- Primero, porque
todos los docentes hemos sido formados en esa tradición. No sabemos hacer otra
cosa y reciclarnos para hacer otra cosa significa un esfuerzo profesional
enorme. Segundo, por razones políticas. Todos los sistemas educativos que los
políticos han diseñado son de esas épocas y ahora reciclarse y modificarlos
exige una voluntad que no existe. Además, en muchos sistemas no interesa formar
la capacidad de pensar, sino de reproducir. Y si hay un sistema económico y
político que defiende modos irracionales de producir y de distribuir que genera
grandes diferencias entre ricos y pobres, a ese sistema no le interesa que la
gente tenga actitud crítica. Todas esas fuerzas van en contra de modificar
sustancialmente los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Entonces, en ese contexto, ¿el docente tiene margen para cambiar algo?
¿Qué papel puede jugar?
- Es que no hay otra
opción. Somos los docentes los que debemos asumir la responsabilidad del
cambio, igual que los médicos tienen que asumir la responsabilidad de cambiar
la medicina para garantizar la salud más óptima de la población. Nosotros
tenemos que provocar el cambio del sistema educativo para favorecer el
desarrollo autónomo del individuo. Y esa es nuestra responsabilidad. Y también
una satisfacción profesional. ¿Que estamos condicionados por las políticas
educativas? Sí. ¿Y hay grados de libertad para lograrlo, que hay que utilizar?
Sí.
¿Algún ejemplo de esos cambios de los que está usted hablando?
- Hace dos días salió
una noticia sobre los jesuitas en Catalunya, los cuales han iniciado ya una
renovación fundamental y sustantiva de los sistemas educativos en sus escuelas,
en quinto y en primero de Primaria. Han concebido una nueva forma de
intervención pedagógica donde desaparecen los exámenes, los deberes, las
asignaturas, las clases magistrales y los espacios cerrados. Empiezan a
plantear lo que hemos hablado en las jornadas: el aprendizaje que merece la
pena.
¿Pero las familias, la sociedad, están preparadas para semejante
revolución pedagógica?
- Si lo hacemos en
grupo y se lo explicamos bien a las familias, sí, porque los niños van a estar
más satisfechos. Pero los niños se aburren hoy en día en el colegio. Y por eso
se produce tanto fracaso escolar, de alrededor del 28%. Eso no se puede
aceptar. Lo que han demostrado los jesuitas, porque ellos ya llevan un año con
la experimentación, es que los niños que antes fracasaban ahora están
implicados.
¿Con qué herramientas cuenta el docente para reciclarse y ayudar a
modificar el sistema educativo?
-Agruparnos es
fundamental, la cooperación. También la investigación pedagógica. Hoy en día,
Internet está lleno de experimentaciones materiales. Ofrece cursos de Harvard,
Cambridge, Stanford, abiertos y gratuitos, que muestran multitud de modelos que
podemos utilizar.
¿Y hay ganas en general de reinventarse o prevalece el docente
anquilosado en los viejos métodos ?
- El docente está muy
decepcionado por todos los cambios aplicados sin sentido. Pero hay muchos que
tienen ganas de hacer las cosas bien, porque es la manera de sentirse
motivados, de ver que tiene sentido lo que hacen, que quieren sentirse
satisfechos al ver que los alumnos transmiten también su satisfacción por lo
que aprenden y cómo lo aprenden. Porque todo eso cambia el clima en la escuela
y acaba con los problemas que existen en la actualidad de disciplina, de
violencia...
Antes, los profesores pegaban a los alumnos. Ahora, los alumnos pegan a
los profesores y sin reprimendas. ¿Por qué está pasando?
- Porque esta escuela
que ellos viven no les atrae absolutamente nada, se aburren, pero tienen que
estar obligatoriamente allí. Y sus conductas destructivas tienen eco. Pero si
cambiamos el clima con ese cambio pedagógico desaparecerá la violencia porque
las conductas destructivas se diluirán y ya no tendrán eco.
Desmotivación y aburrimiento en el alumno... ¿Y en el profesor?
- Claro. Por supuesto
que sí.
¿El docente hoy en día se siente infravalorado o está infravalorado?
- Lo está. Está
infravalorado por la sociedad española, que es muy hipócrita en ese sentido.
Sobre todo, los dirigentes políticos. Se les llena la boca con que la educación
es prioritaria, pero eso es mentira. Los recortes de los últimos años en
educación no se han hecho en las Fuerzas Armadas, por ejemplo. Si realmente es
lo prioritario, hay que invertir. Porque no es un costo. Es una inversión de
futuro, para atender las necesidades imprevisibles que están por venir. Hay que
preparar bien a los docentes, hay que pagar bien a los docentes, hay que
dotarles de recursos positivos. Y luego exigirles. Y que los docentes se
responsabilicen. En Finlandia, el docente tiene la misma consideración que un
médico o un arquitecto. En España, no. Aquí, los padres con hijos con buenas
notas les dicen que no elijan Magisterio, que no se conformen con eso, que haga
Medicina... Pero si ser docente es de lo más importante. Porque educar no cura
el cuerpo, pero prepara las almas humanas.
Y volvemos a aquello que decía al principio, que lo que parece es que no
interesa que se alimente nuestro pensamiento crítico.
- Efectivamente.